El Gobierno Vasco aprobó la semana pasada su Estrategia de Economía Circular, un documento que fija tres grandes objetivos: aumentar un 30% la productividad material, aumentar un 30% la tasa de uso de materiales circulares y reducir un 30% la tasa de generación de residuos por unidad de PIB.
El despliegue de dicha estrategia se realizará en torno a 4 ámbitos (competitividad e innovación, producción, consumo y gestión de residuos, y materias primas secundarias) y 10 líneas de actuación, enmarcadas en un plan de acción para los próximos 5 años, que lleva aparejado el desarrollo de nueva legislación, ayudas para la inversión e I+D+i, deducciones fiscales y trasferencia de conocimiento, entre otras medidas.
A destacar los resultados que se esperan lograr con esta nueva estrategia de economía circular: aumentar la facturación de las empresas vascas en productos más circulares hasta los 10.000 millones de euros, crear 3.000 nuevos empleos -hasta superar holgadamente los 20.000 puestos de trabajo en el ámbito de la economía circular- y reducir un 26% las emisiones de carbono asociadas al consumo.
Ciertamente hay que poner en valor la ambición y el empeño que desde algunas regiones como Euskadi o Galicia -donde también se aprobó recientemente su propia estrategia de economía circular– se está poniendo para impulsar este modelo económico, con hechos y acciones concretas y cuantificables, con inversiones, acompañamiento a las empresas, ayudas, apoyo a la investigación… Mucho más allá de las a menudo infantiles campañas de comunicación o las declaraciones grandilocuentes que en ocasiones se escuchan desde distintos ámbitos políticos y cuyo único objetivo parece ser el de regar los oídos de los votantes y adornar titulares de prensa. Ejemplos a seguir.
Fuente original: Irekia
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