“La ciudad de Oviedo implantará en 2018 la recogida selectiva de residuos orgánicos de origen domiciliario. Para ello se instalará en las calles un nuevo contenedor, de color marrón, en el que los ciudadanos podrán depositar sus biorresiduos” (La Nueva España 13/03/2017). Esta noticia es una de las que en los últimos tiempos siembran, alentadoramente, la actualidad en la gestión de los residuos de este país. Bienvenidas todas ellas.
Bienvenidas por la NECESIDAD (en mayúsculas y negrita) y no tanto por la obligación que se nos trata de imponer y que hasta hace bien poco se ignoraba por completo.
Pero, ¿cuáles son los motivos reales que estarían frenando la recuperación de los residuos de naturaleza orgánica? ¿Falta de información, de financiación, rechazo social, desidia de las administraciones? ¿Acaso no es sonrojante vernos en el furgón de cola (nuevamente) del tren europeo del reciclaje?
La estrategia de la Unión Europea en materia de economía circular está enfocada a utilizar de forma eficiente los recursos disponibles, optimizando los flujos de materiales, el consumo de energía y la gestión de los residuos. En este sentido, cobra particular importancia la gestión de los residuos orgánicos, tanto por la cantidad que suponen como por las implicaciones ambientales que su inadecuada gestión conlleva.
Según la información disponible, entre 2013 y 2014 la tasa de recuperación alcanzaba el 17%1 (sobre un 30% total), lo cual supondrá realizar un esfuerzo hercúleo para cumplir, en primera instancia, con el compromiso de la Directiva Marco (y Ley 22/2011 derivada), y en algún momento, con el conocido objetivo que marcaba la Comisión Europea en 2015 en su propuesta del Paquete de Economía Circular2. Para dar respuesta a este panorama, el PEMAR 2016-2022 calcula que se necesitaría recuperar la mitad de la fracción orgánica presente en la fracción resto o indiferenciada. Su recogida segregada sería la clave para alcanzar este propósito.
Pero es que el reciente estudio de Amigos de la Tierra “Recogida selectiva. La puerta del compostaje”, apoyado por el MAPAMA, pone de manifiesto que en la mayor parte de los municipios españoles, la fracción orgánica no se separa, recoge y trata de la manera más adecuada, y forma parte de residuos mezclados que posteriormente deben intentar ser separados de manera mecánica en las instalaciones correspondientes.
Tal vez una de las respuestas a lo anterior la encontremos en la reseña que la Agencia Europea de Medio Ambiente (EAA) realizaba en octubre del pasado año sobre España en su estudio “Municipal waste management”, donde señalaba como aspecto clave que el elevado nivel de autonomía regional implica notables diferencias en la aplicación de las políticas de gestión de residuos, a pesar de que la práctica totalidad de las administraciones autonómicas cuentan con planes de gestión relativamente recientes.
Justificando su necesidad
Si necesitamos justificaciones concretas que avalaran la recuperación de los biorresiduos originados en la dinámica urbana, estas podrían ser algunas de ellas:
- La fracción orgánica supone una proporción importante en nuestro cubo de la basura, concretamente un 42,7%, según datos de la caracterización más actual de los residuos municipales (y donde un 32% del total se corresponderían con restos de alimentos). Se trata de la fracción mayoritaria, pudiendo diferenciarse tres orígenes fundamentales: grandes generadores, restos de poda y jardín y domicilios. De ellos, los primeros supondrían entre un 30 y un 45% del total, mientras que los residuos verdes representarían sólo un 5%. Es decir, los domicilios particulares serían responsables de la producción de, al menos, la mitad de los biorresiduos a gestionar.
- Alcanzar el objetivo del 50% de preparación para la reutilización y reciclado en 2020 para las fracciones de papel, metales, vidrio, plástico, biorresiduos u otras fracciones reciclables pasa por incrementar de forma urgente y significativa los esfuerzos en la recogida separada de los residuos orgánicos.
- Maximizar la recuperación de esta fracción significaría reducir el vertido de los residuos municipales biodegradables, que en estos momentos se encuentra en una tasa del 47%, frente a la del 35% prevista para el pasado mes de julio, tomando como referencia los generados en 1995.
- Se trata de una fracción que, bajo un modelo de recogida indiferenciado, deriva en una gestión que soporta un coste importante, sobre todo en su tratamiento. Sin embargo, ese balance económico se volvería favorable al asimilar un modelo con recogida específica y/o donde incluso se eliminara la gestión municipal (compostaje y aprovechamiento in situ).
Criterios y limitaciones para su implantación
Una separación en origen de calidad es el primer paso para la gestión racional de los biorresiduos y un factor clave para el éxito de la misma. Ello condicionará el resto de etapas, tanto de recogida como su valorización adecuada (in situ o en destino final para su tratamiento y recuperación), tal y como indica la “Guía para la implantación de la recogida separada y gestión de biorresiduos de competencia municipal”, del MAPAMA 2013.
Plantearse la recogida separada de los biorresiduos con ciertas garantías y no perecer en el intento requiere, cuando menos, ser consciente de la tarea planteada. No en vano, se trata de la fracción más singular y mayoritaria en los residuos de competencia municipal. Y como punto de partida ya existen experiencias que marcan el camino, por lo que no estamos ante un reto inalcanzable, ni mucho menos. Territorios como Cataluña o Navarra asimilan esta práctica desde hace años, donde una gran proporción de municipios cuenta con modelos adaptados a la recuperación de esta fracción (muchos de ellos con recogida puerta a puerta). ¿Se trataría entonces simplemente de “copiar y pegar”? Pues en parte, seguramente sí.
De cualquier modo, resulta recomendable realizar un análisis de alternativas que plantee la incorporación al sistema de una atención específica a la fracción orgánica de los residuos. Aquí se abren varias vías de gestión, diferenciando entre los biorresiduos de procedencia domiciliaria y no domiciliaria.
Para ambos se podrán diseñar modelos distintos, desde el fomento de la autogestión mediante compostaje (doméstico o comunitario para zonas singulares y/o dispersas) a su recogida estandarizada (en contenedor o puerta a puerta).
Optando por una recuperación segregada mediante contenedor, el PEMAR señala, para diferentes alternativas, determinados niveles de calidad derivados:
- Modelo de 5 contenedores: se recoge el 88% de los residuos orgánicos (el resto sería impropios).
- Modalidad húmedo-seco: alcanza el 63% de recogida de residuos orgánicos.
- Modelo con contenedor indiferenciado: se recoge únicamente el 47% de los residuos orgánicos (siendo la fracción mayoritaria, seguida del papel/cartón).
En cualquier caso, previamente se deberá evaluar el encaje de un determinado modelo en la propia idiosincrasia de las poblaciones y de sus posibilidades, en los requerimientos sociourbanísticos locales y a los objetivos planteados, estimando los costes de gestión asociados, que a fin de cuentas, lo harán viable o no.
Resulta obvio que la recogida de biorresiduos debe implementarse desde una lógica integrada y no aditiva, tratando de romper la inercia existente en el sistema implantado y darle otra dimensión más ajustada y acorde a las nuevas necesidades, haciendo cómplice a los propios vecinos para garantizar su respuesta efectiva y alcanzar así las máximas tasas cuantitativas y cualitativas de recogida separada.
El esfuerzo realizado deberá ser transparente a la población, donde no tienen cabida situaciones en que los usuarios no perciban los resultados de su esfuerzo de modo directo. En este sentido, cobrará importancia la implementación de soluciones low-cost para su tratamiento, como puedan ser plantas o espacios de compostaje a escala y en proximidad a los generadores y potenciales receptores del producto compost obtenido, a modo de cierre del círculo.
Costes asociados
Otra de las respuestas a por qué hasta el momento no se ha abordado con determinación la recuperación selectiva de los biorresiduos habría que buscarla en la cuestión económica. Y es que los biorresiduos no están “apadrinados” por nadie; no existe un Sistema de Responsabilidad Ampliada del Productor o similar que financie su rescate. Entonces, ¿cómo se paga la necesidad (y obligatoriedad) que fija la Ley 22/2011? Esa es la cuestión.
Porque puede que los entes locales (y autonómicos) crean firmemente en esto por conciencia ambiental y sentido común, pero por un lado no ven esta cuestión como imperiosa y urgente (no quieren complicar su gestión actual y la de sus vecinos), y por otra, la maquinaria legal y administrativa no tiene interés en presionar para que se cumpla la ley, habida cuenta de que en algunos casos es reticente a facilitar financiación que apoye esta nueva medida.
Solo las administraciones más comprometidas han fomentado la implantación de su recogida selectiva, y esto debería servir como ejemplo para generalizar su práctica en otros territorios, aprendiendo de la experiencia y rentabilizando el esfuerzo. Una estrategia local eficiente daría como resultado una práctica autofinanciación de su sistema, ya que el ahorro producido al evitar destinar la fracción orgánica junto a la indiferenciada a un tratamiento no específico, podría afianzar una recogida específica con garantías de los biorresiduos, donde indirectamente también se beneficiaría el resto de fracciones selectivas.
La lectura de esto se traduciría en una reducción del potencial vertido de esta fracción (contribuyendo a las metas ya caducadas) y en poder apoyar la consecución de los objetivos inmediatos de recuperación. Doblemente útil.
Pero por poner cifras, un reciente estudio de la Fundación para la Economía Circular cifra en un 30% el coste extra de recoger un quinto contenedor para biorresiduos de origen domiciliario en relación con un modelo clásico de recogida de la fracción resto (siempre según un modelo eficiente).
Por otro lado, según el estudio “Balance económico de la recogida de residuos puerta a puerta y en contenedores para los entes locales y propuestas de optimización”, de la Associació de Municipis Catalans per a la recollida selectiva porta a porta, los costes globales de un sistema de recogida de residuos basado en el puerta a puerta para los entes locales (68,40 € por habitante y año) son, en promedio, similares a los de un sistema basado en la contenerización (69,47 €), tomando en consideración a la población empadronada.
La excusa para que se comience a andar se está suministrando desde ciertas administraciones, financiando su implementación (en mayor o menor medida). Ejemplos de ello serían Asturias, Cataluña o Vizcaya.
Resultados esperados
La experiencia de Cataluña en este ámbito cifra la aportación bruta media en unos 150 gramos de biorresiduos por persona y día, con un nivel de impropios del 13,8%. Además, según los datos disponibles, de los diversos sistemas de recogida separada, y de acuerdo con los indicadores obtenidos, el modelo basado en la recogida puerta a puerta se mostraría como el más eficiente, recogiendo cerca de 300 gramos por persona y día. Es decir, habría capturado más de un 80% de los biorresiduos generados, lo cual lo define como un sistema altamente eficiente.
Esta eficiencia deberá tener su correspondencia con el coste final esperado, el cual dependerá de la situación de partida, tanto en lo que se refiere a la estrategia y afección de la recogida, como a la inversión en comunicación o coste del tratamiento y eliminación. Así, es necesario diseñar y mantener un sistema flexible que pueda adaptarse a una evolución positiva del modelo de gestión de residuos.
Volviendo al estudio de Amigos de la Tierra, concluye que modelos como el compostaje comunitario y la recogida puerta a puerta implican una mayor participación ciudadana, derivan en un índice de calidad elevado y presentan un menor coste económico. En este sentido, es fundamental que la información alcance a todos los receptores para fomentar su sensibilización y colaboración, donde la bonificación económica de estas prácticas pueda ser un instrumento útil (al menos en una fase inicial) y que se beneficie de la experiencia de otros territorios o iniciativas exitosas ajustadas a su casuística concreta.
Y es que lo que antes se identificaba como un nicho propio de ideas ecologistas y hasta extremistas, hoy es sentido común aplicado e incluso algunos aprovechan para ponerse medallas. Ahora bien, esta lógica deberá dejar paso a una ordenación sostenible para cubrir no solo objetivos sino necesidades y deficiencias de los modelos actuales. Si no, perderemos el tren…
Foto vía Residuos Profesional (cc)
- Según los datos del MAPAMA, la tasa de reciclado actual se sitúa en casi los 6 Mt, equivalente al 30% del total. Incluiría, eso sí, al material bioestabilizado. Según los datos del GT15 Conama 2016, en la actualidad se estarían recogiendo selectivamente 0,8 Mt brutos de biorresiduos, habiéndose convertido en compost finalmente 0,5 Mt.
- La reciente propuesta del Parlamento Europeo al respecto de las metas relativas al Paquete de Economía Circular, modificaría los anteriores objetivos de reciclado y preparación para la reutilización, pasando del 65% al 70% en 2030.
La recuperación de los residuos orgánicos en España es mínima, como bien indicáis en el artículo. Hablar de «auge» es optimista cuanto menos.
No hace falta ser adivina para predecir el futuro: en el 2020, es decir, dentro de tres años, España NO VA A ALCANZAR EL OBJETIVO EUROPEO de recuperación del 50% de los biorresiduos, como tampoco lo va a hacer con los envases mezclados. La razones son varias, entre ellas un Ministerio dormido e irresponsable al que el medio ambiente le importa un pimiento.
Horizonte 2020 en España? Pagar multas
http://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2017-03-27/vertederos-ilegales-reciclaje-sentencia-europa_1353765
Ya es hora también de que los ciudadanos empecemos a ser conscientes de que las multas de Europa por gestión negligente de residuos LAS PAGAMOS NOSOTROS. Al menos podremos exigir que no nos tomen el pelo …