En un reciente artículo de La Vanguardia sobre el fenómeno del littering, el sociólogo Ignacio A. García reflexionaba con que los ciudadanos perciben que existe un problema con los residuos y que existe un consenso en torno a la idea de que generamos demasiados y que debemos hacer algo para reducirlos. Ese es el punto de partida.
Parece que somos sensibles a determinadas cuestiones, como los vertederos ilegales, accidentes como Seseña, o a la suciedad del entorno (por cierto, gran iniciativa la del proyecto Libera, #Libera1m2). Este tipo de informaciones generan un alto impacto emocional (permanente?).
También reconocemos, a otra escala, la repercusión del cambio climático en nuestras generaciones futuras, así como las amenazas a los ecosistemas o la escasez de recursos. Estos se perciben como menos inmediatos y, en consecuencia, su impacto emocional en la sociedad es menor.
¿Y qué pasa en las distancias cortas?. ¿Nos comportamos adecuadamente en relación a la generación y gestión de residuos?, ¿qué precisamos para alcanzar el punto de inflexión definitivo? Tal y como exponen distintas encuestas, aparte de la necesidad informativa, requerimos contenedores. Pero yo añadiría: necesitamos voluntad.
El otro día escuchaba en un programa de radio que un 15% de las personas son nobles y responsables por naturaleza, otro 10% se podrían calificar de reaccionarios, mientras que el resto se dejaría arrastrar por las tendencias del momento. ¿En qué parte queremos estar?
Tu articulo me ha resultado útil. Es muy informativo
y evidentemente estas muy bien informado en este tema.
Me has abierto los ojos a diversos puntos de vista sobre este tema con nuevo contenido interesante
y solido.