Está generalizada la idea de que la producción de residuos es una consecuencia directa del modo de vida actual. Habitualmente, además, se asocia la bonanza económica a una mayor generación de basura, y no es raro leer u oír a responsables municipales congratularse porque en su pueblo o ciudad ha aumentado la generación de residuos. Evidentemente no se alegran de que sus conciudadanos produzcan más desechos, sino de que aumente el consumo, un claro indicador de una economía favorable.
Pero, ¿realmente tenemos más calidad de vida cuanta más basura producimos? Los defensores de la filosofía “residuo cero” aseguran que no; al contrario, consideran que una vida con menos residuos puede ser más sencilla, enriquecedora, sana y placentera. Y no hablamos de personas que viven recluidas en apartados refugios alejados de la civilización. Son gente que demuestran cómo se puede vivir en una gran ciudad minimizando al máximo la basura que generan.
Para ello compran a granel, usan bolsas de tela reutilizables, arreglan sus prendas de vestir, reparan sus aparatos electrónicos, compostan sus restos de comida…, pero sobre todo, ajustan su consumo a sus necesidades reales. No se trata de volverse un ermitaño y vivir en un tonel, sino de ser consciente de cuáles son sus verdaderas necesidades y actuar en consecuencia.
Esta filosofía de “residuo cero” ha llegado también a España. Un interesante artículo del diario La Vanguardia muestra la experiencia dos personas que apuestan por este modo de vida, “una tendencia –dicen– que ha llegado para quedarse”.
Leer el artículo en el siguiente enlace: “Vivo sin generar residuos”
